lo desconocido a dia de hoy acerca de El Jardín De Cemento

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Habría preferido estar leyendo la crónica del fútbol o los resultados de las carreras hípicas en el jornal de mi padre. no maté a mi padre, pero a veces me he sentido tal y como si hubiese contribuido a ello. Y, de no ser por el hecho de que coincidió con un instante específico de mi desarrollo físico, su muerte me pareció insignificante comparada con lo que siguió. Mis hermanas y yo hablamos de a lo largo de la semana que siguió a su muerte y, en honor a la verdad, Sue se echó a plañir en el momento en que los enfermeros lo envolvieron en una manta rojo chillón y se lo llevaron. Era un hombre frágil, irascible, obsesivo y de manos y rostro amarillentos.

Tenía la piel pegada a las costillas, y el terso perfil muscular de las dos nalgas se parecía extrañamente a sus paletillas. Una tenue aniquila pelirroja le crecía entre las piernas. El juego consistía en que Julie y yo éramos científicos que examinaban a una criatura del espacio. Charlábamos con voz entrecortada, imitando el acento alemán, mientras que nos mirábamos por encima del cuerpo desvisto. De abajo nos llegaba el murmullo agotado y monótono de la voz de nuestra madre. Julie tenía los pómulos altos, lo que le proporcionaba un acusado vínculo con algún extraño animal salvaje.

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Tardé demasiado, pues el que había hablado miró al cielo y, con las manos en las caderas, pasó junto a mí sendero de la puerta. Se abrió ésta y salió mi padre mordisqueando la pipa y sujetando un cartapacio contra la cintura. A principios del estío en que yo tenía catorce años, un camión se detuvo frente nuestra casa. estaba sentado en la escalinata de la testera y releía un tebeo. Estaban cubiertos de una fina cubierta de polvo blanco que daba a su cara un aspecto fantasmal. Los dos silbaban una canción estridente, y ámbas canciones eran totalmente diferentes.

Usted podría disfrutar en su casa y jardín, tal vez aun considerar darle como un obsequio a un amigo particular. No estamos frente a un drama usual, no hay lágrimas ni tristeza, no va a agradar las turbias ganas de nadie por ver sufrir a estos hermanos. Si bien la película es gris y opresiva, es amena, ligera y simple.

En el tercer mes del año de 2008, fue amoldada por primera para el teatro, por la compañía FallOut Theatre en Cambridge. Se sientan en la cama y hablan en voz baja, mientras se aproximan cada vez más y más íntimamente. Pronto Julie está sosteniendo su pecho y ofreciéndolo a Jack, que acaba por cerrar sus labios en el pezón de Julie. Justo en ese momento, Derek entra, remarca que lo ha visto todo, y los llama «enfermos». Se escucha un estruendos sueco, y Sue les afirma que Derek está rompiendo el bloque de cemento.

• empiezan a charlar, recordando a su madre, tras un rato se quedan dormidos, y más tarde la luz de patrullas ilumina la habitación.
• Enganché los pulgares en el bolsillo, me apoyé en el otro pie y entorné un poco los ojos.

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Ella se enfureció aún más y se le quebró la voz de indignación. Julie, Sue y yo nos escabullimos escaleras arriba hacia el dormitorio de Julie, y cerramos la puerta. Los altibajos de la voz de mi madre nos llegaban a través del suelo, pero no comprendíamos las palabras.

Próximamente estamos frente a un caos que no tarda en desenvolverse y definirse por la libertad de estos jóvenes, que están atravesando las etapas del crecimiento sin entender de responsabilidades. Pero es ahí donde viene el encanto de esta película, queremos ver como se las arreglan, sin criterios, en esta red social de jóvenes que oculta un secreto terrible. Misterio que nos encoje el corazón mientras una grieta se abre en el momento en que se presenta un pretendiente que averigua en este desequilibrado limbo. Sue se tendió en la cama, riendo con los nudillos en la boca, mientras que Julie ponía una silla contra la puerta. Entre los 2 desnudamos velozmente a Sue y, cuando le bajábamos las bragas, nos rozamos las manos.

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Viró sobre sus talones y se mantuvo esperando. No sabía para qué era el cemento, y tampoco quería permanecer al margen de todo aquel trabajo a causa de mi ignorancia. También yo fui contando los sacos y, en el momento en que todos estuvieron dentro, me coloqué junto a mi padre, que en aquel instante firmaba el albarán de distribución. Enganché los pulgares en el bolsillo, me apoyé en el otro pie y entorné un tanto los ojos. Deseaba decir algo escueto y oportuno, pero no estaba seguro de haberles oído bien.

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